Una parte muy importante de la ética aplicada o práctica, que ha cobrado auge en los últimos tiempos es conocida como bioética, término propuesto por el oncólogo estadounidense V. R. Potter en 1971.
BIOÉTICA: EXPLICACIONES
La
bioética examina todos aquellos problemas
morales relacionados con el valor y la conservación de la vida humana, animal
y vegetal (conservación del ambiente).
Según
el Boletín panamericano de bioética
(número especial de 1990), la bioética "es
el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias
biológicas y la atención de la salud, en la medida en que esta conducta
se examine
a la luz de valores y principios morales".
La
importancia de esta nueva disciplina tiene que ver con sus nobles propósitos: salvar a los seres vivos del peligro de muerte por la destrucción de su ambiente.
No obstante que ciencias como la bioética parten del valor fundamental de la conservación de la vida, del derecho a vivir, se reconoce que hay ocasiones en que se cuestiona que la vida misma sea un valor absoluto, cuando, por ejemplo, ésta implica un verdadero sufrimiento, esto nos remite al controvertido problema de la eutanasia.
La eutanasia
La
palabra "eutanasia" proviene del griego eu, buena y thánatos, muerte. Su significado entraña una acción positiva: quitar la vida a alguien para evitar su sufrimiento, ayudarle
a bien morir. La eutanasia
se
daría en un contexto hospitalario, con un paciente
terminal, sin esperanza de recuperación y, sobre todo, con asistencia médica.
Pese a este sentido positivo que presenta
la definición de eutanasia, encontramos severas prohibiciones legales, morales
y religiosas que limitan
y censuran su práctica.
Sin
embargo, ante una serie
de dolorosas experiencias, como la que sufrió en 1987 la deportista Ingrid Frank de 28 años, quien quedó paralítica de brazos y piernas por lo cual se quitó la vida, han llevado a países como Holanda a replantear seriamente el problema de la eutanasia
y aprobar una ley en 1994 que la norma. Esta ley permite la práctica de la eutanasia con la condición de que
se cumplan una serie de lineamientos o reglas; de no cumplirse
con éstos, la eutanasia
se considera como un delito que amerita la pena máxima que es de doce años de cárcel en ese país.
Según
la mencionada ley, el médico
debe tener en cuenta la personalidad, la inteligencia y el sufrimiento del enfermo,
obtener de éste una petición explícita reiterada
y formulada con pleno conocimiento de causa.
Si
bien los representantes holandeses de las religiones católica, judía y musulmana
manifestaron su abierta oposición a esta ley, las encuestas revelan, según Alejandro Herrera-s, que el 90% de los holandeses están a favor de
ella y que el 2.1 % de las muertes que se registran
en Holanda obedecen a esta práctica. Cabe mencionar que la aprobación de este tipo de leyes no se da
abruptamente sino que es
el resultado de un proceso gradual.
El citado filósofo Alejandro Herrera, refiere que en 1995 algunos hospitales del ISSSTE elabora- ron una encuesta
relacionada con cinco casos hipotéticos de eutanasia:
- Un paciente en estado vegetativo.
- Una paciente paralítica que sólo puede comunicarse mediante el movimiento de los ojos.
- Un enfermo con cáncer de páncreas y sin esperanza de curación .
- Un paciente con cáncer de próstata con invasión del mismo en los huesos y sin posible mejoría, y
- Un paciente con trastornos psicológicos para el que no hay solución.
a) La
eutanasia en este caso está justificada.
b) Cualquier acción que exponga la vida de un ser humano es un crimen moralmente injustificado.
c) Tengo dudas
sobre estos casos.
Herrera opina que habría sido muy útil añadir un cuarto inciso
que permitiera al encuestado opinar sobre estos casos, indicando
qué lo llevó a marcar determina- da opción: "Con ello -nos dice este filósofo mexicano- se habría tenido
una idea de cuáles son las motivaciones que subyacen
a la toma de posición
en problemas éticos de este tipo."
Algunas
objeciones serias para practicar la eutanasia proceden de los propios médicos con razones
que parecen válidas.
El maltrato hacia los animales
Como hemos visto la Bioética se preocupa por la preservación de la vida y de
las especies, no solamente en un nivel individual, sino general. Es por ello que el cui- dado y respeto a la vida animal
forma parte de la preservación de los ecosistemas.
El cuidado
de los animales,
a pesar de que muchas
veces se piensa
lo contrario,
entraña un sentido ético.
Muchas veces no se repara en el hecho de que los anima- les también sufren y que no son meros objetos
o especies de máquinas como creía René Descartes en el siglo XVII.
¿A qué se debe la crueldad
hacia los animales?
se
pregunta Alejandro Herrera (filósofo al que nuevamente retomaremos). Ello se debe, nos contesta él mismo, a nuestra
herencia cultural de occidente. "Hemos recibido de las generaciones anteriores un modelo de ser humano según el cual éste
se
ve a sí mismo
como el rey del Universo, como un individuo
infinitamente superior a los de
las demás especies."
En virtud pues, de este antropocentrismo típico del mundo occidental, nos creemos
con derecho de explotar irracionalmente nuestro hábitat y por otra parte hemos puesto un mayor énfasis
en nuestra racionalidad que en nuestra
animalidad, pero es necesario
que comprendamos que somos más animales de lo que hemos creído y que
estamos dentro de la cadena de la vida, no fuera de ella.
Más que
como señores de la naturaleza,
debemos vernos como cuidadores
y responsables de ella.
Filósofos contemporáneos como Peter Singer,
Tom Regan y Paul Taylor nos invitan
a abandonar el antropocentrismo y valorar y apreciar
la vida de otros seres.
Según Peter Singer, así como hay discriminación racial o sexual,
también existe la discriminación hacia otros seres -como los animales- por pertenecer a una especie supuestamente inferior; a tal tipo de discriminación
le llama
especismo. "Ser especista es no reconocer que hay otras especies dignas de consideración moral en
virtud de su posesión
de sensibilidad".
Lamentablemente,
en nuestra sociedad,
tanto en el campo como en las ciudades, se ha vuelto un hecho muy común el maltrato a los animales: matanza de perros callejeros, venta de animales
de especies en peligro
de extinción, métodos
irracionales para sacrificar a las reses
en los rastros, peleas de gallos y de perros,
corridas de toros; falta de cuidado de los animales en los circos y zoológicos
y, en fin, experimentos donde los animales
son víctimas de innumerables torturas.
¿ Qué se puede hacer para contrarrestar esta violencia ejercida contra los animales?
Obviamente que debemos cambiar nuestros
hábitos y actitudes en nuestras relaciones con los animales y tomar medidas que se están realizando para evitar el sufrimiento de estos se- res de la naturaleza.
El aborto
Otro
problema ligado con los anteriores, porque trata sobre la defensa de la vida,
es el que se refiere al aborto.
Según
el comité de terminología del Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología, el aborto
es la expulsión o extracción de parte o todo el producto
de la concepción, con anexos y sin ellos,
antes de que pese 500 gramos o haya completado 20 semanas
de gestación, o sea 139 días.
Se
habla de diversos
tipos de aborto; por ejemplo desde el punto de vista de su origen existe el aborto espontáneo y el aborto provocado. En
el aborto espontáneo no existe intervención humana y es producido
por alteraciones ovulares.
El aborto espontáneo ocurre con una tasa mucho mayor de lo que se piensa, pues "se ha calculado que alrededor
de 33% de todos los óvulos fertilizados abortan antes del ciclo menstrual".
A diferencia del aborto espontáneo, el provocado o voluntario se da por la intervención del ser humano y puede ser inducido a petición de la interesada (en algunos países está legalizado). O el terapéutico, el cual
se ejerce cuando la continuación del embarazo amenaza
la vida de la paciente
o su estado de salud, o bien, cuando el embarazo
ha sido resultado de una violación o se confirma
la posibilidad de malformaciones fetales o retardo mental en el producto.
A lo largo de la historia
el aborto no siempre ha sido condenado ni catalogado como un acto criminal.
En la antigua Grecia se dividían las opiniones. Hipócrates, el padre de la medicina, rechazaba el aborto como medio para controlar la natalidad. En su famoso juramento prohibía suministrar remedios abortifacientes; sin embargo, filósofos como Aristóteles contemplaban el aborto
como medida de control de población
y para el desarrollo de una comunidad "bien integrada".
Para los romanos,
el aborto no implicaba asesinato pues era, simplemente,
la remoción
de una porción del cuerpo, como un brazo, o una pierna.
En la actualidad coexisten ambas tendencias, las que abogan por lo que se llama la "despenalización del aborto", y las que condenan esta práctica por considerarla contraria a leyes naturales, divinas o a incuestionables principios morales como el derecho a la vida.
Dentro
de esta línea, el Papa Juan Pablo TI, máximo representante de la Iglesia
católica rechaza
categóricamente el aborto. Mientras
que mujeres de tendencias liberales
consideran que en ciertos
casos pueden abortar
porque ellas tienen pleno derecho sobre su cuerpo,
la moral cristiana
arguye que "ninguna mujer tiene derecho
a intervenir en una vida que Dios ha creado".
Como hizo referencia la filósofa Margarita Valdés: "Es cada quien con su sistema
de valores y creencias morales quien debe determinar para sí mismo
si el feto merece la calidad de persona moral o no y por lo tanto si el aborto
voluntario es una práctica moralmente correcta o no. Se trata de un asunto
de moralidad individual que cada quien debe decidir
en conciencia".
Esto no equivale
a aceptar que después de todo da igual decidir cualquier cosa; por el contrario, coloca a cada individuo en la obligación de darse a sí mismo una explicación honesta y razonada de su decisión.
Por otro lado, nos obliga
a asumir una actitud de respeto
y tolerancia hacia los demás. La tolerancia no consiste
en considerar que cualquier
cosa está permitida, sino en estar dispuestos a entablar
una discusión racional con
nuestros opositores y revisar
razones a favor de la aceptación de prácticas
distintas a las que uno mismo acepta como en estar dispuestos a cambiar las prácticas
en el caso de convencernos de que estábamos equivocados. Mientras no alcancemos ese convencimiento
tenemos que defender
nuestras posiciones con la fuerza con que se defiende una verdad o una creencia profundamente
internalizada.
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